Una vez fui un tipo muy popular
Vivía en una pequeña isla y trabajaba en el avión que cada
semana llevaba hasta allí unas 600 personas. Durante 3 o 4 horas estos turistas
habían estado viendo mi careto a bordo. Luego, por la calle me reconocían ,
ellos si, lo que me obligaba a ir devolviendo continuamente sonrisas y saludos
de extraños. Me costó entender que era un tipo conocido pero me hice a ello. Aquellos señores le han invitado, me
decía el camarero, y yo, ya habituado al ritual, me volvía con inusitada gracia
y lanzaba un beso al fondo de la barra. También vería aumentar
sorprendentemente otro tipo de invitaciones.
No
me pareció tan pesado como dicen los famosos. Claro que entonces aún no se
había inventado el selfie.
7 comentarios:
Muy bien! Y corriendo no conseguirás escapar de una más que merecidísima fama
Delicioso relatito. No va a continuar?
¿Se constata la dificultad que lleva mantener el equilibrio en medio de la corriente de la popularidad, o es que el caballero flota sobre la acera? Buena instantanea. Un abrazo.
SRO, muchas gracias. No lo había visto como un relato pero ahora que lo dices, lo mismo le doy una vueltita.
CARLOS, la fama puede ser despiadada. Ahí el que no corre, vuela.
ABRAZOS PARA LOS DOS
Con que elegancia y savoir faire llevabas la fama.
Un abrazo!!
Qué curiosa es la fama, la gente te reconoce, te saluda, te hace la pelota y te invita, sólo por obtener algo ¿Y el famoso es siempre consciente de esa transacción? No lo tengo claro.
Un abrazo.
Como ha cambiado la vida para el auxiliar de vuelo... De ser alguien glamuroso y casi divino a ser simple camareros de vuelo, que también vende perfumes y en algunos casos incluso lotería, mientras la mayoría de los pasajeros ni se molestan en mirarlos... Porca miseria!!
U.TOPÍA, lo mismo la fama que la mala fama, siempre con estilo.
MOISÉS, lo malo de mis fans era que los 600 se renovaban casi cada semana. Lo que para elos era una novedad para mi era un viejo y cansino juego. Supongo que es lo que les pasa a los realmente muy famosos.
CAL, curraba pocos días pero muy intensamente. Aquellos charters eran un sin parar de dar de beber al pasaje. Desde que entraban por la puerta hasta que se caían por la escalera. Ese era el verdadero negocio. Era gente de clase trabajadora que en muchos casos no habían volado nunca antes. Vestido de almirante y con un moreno envidiable yo era para ellos la viva imagen de la jet set.
ABRAZOS PARA TODOS
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