Urge declarar la Gran Vía Patrimonio Intangible de la
Humanidad. No se me ocurre otro modo de ponerla a salvo de su principal enemigo:
el alcalde. Esa especie depredora que arremete contra ella sin tregua. Uno tras
otro ponen sus garras en ella despedazándola a su gusto. Le ponen árboles, se
los quitan, le cambian el pavimento, el mobiliario urbano… Enfin cosas que nos
cuestan (y que les dejan) un dinerito. Proteger la arquitectura, el comercio
tradicional, los teatros y cines que le daban carácter no es de su incumbencia.
Desaparecidas las joyerías, las
grandes cafeterías, los escaparates de los fotógrafos de moda y algunos
de los mejores cines, ahora toca ensanchar las aceras para que quepan los que
van a Primark. Que no digo yo que no tengan derecho a una acera digna pero, que
quieres que te diga, no pisan tan fuerte como Brigitte St. Jones.
4 comentarios:
Lo peor de la Gran Vía es que van desapareciendo sus maravillosos cines. Y las carteleras de las películas. Vamos a un mundo peor.
DEME, esas carteleras que deberían estar en un museo.. El Palacio de la Música, el Avenida. La Manila, la Morrison... Y los Sotanos. ¿Qué hay de nuevo, digno de mención?
Aquella Gran Avenida capitalina que poco tenía que envidiar a ninguna de las que salen en las películas y que nos recibía endomingados dispuesto a asistir a un cine de estreno los sábados por la noche, después de cobrar, para cenar un pepito de ternera y antes de pedir el primer medio cubata frente al templo de Debod. ¿Dónde fue a parar? Un abrazo.
CARLOS, aquella si que era una avenida fetén, ¿dónde va a parar?. Acabo de atravesar un pequeño tramo de la gran Vía. Entre las obras de las aceras, la euforia del buen tiempo en forma de terraza y la fiebre del sábado noche masificandolo todo, el caos era absoluto. Menos mal que pasaba un bus y he conseguido encaramarme a él para que me sacara de allí.
Un abrazo
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