Una vez fui un tipo muy popular
Vivía en una pequeña isla y trabajaba en el avión que cada
semana llevaba hasta allí unas 600 personas. Durante 3 o 4 horas estos turistas
habían estado viendo mi careto a bordo. Luego, por la calle me reconocían ,
ellos si, lo que me obligaba a ir devolviendo continuamente sonrisas y saludos
de extraños. Me costó entender que era un tipo conocido pero me hice a ello. Aquellos señores le han invitado, me
decía el camarero, y yo, ya habituado al ritual, me volvía con inusitada gracia
y lanzaba un beso al fondo de la barra. También vería aumentar
sorprendentemente otro tipo de invitaciones.
No
me pareció tan pesado como dicen los famosos. Claro que entonces aún no se
había inventado el selfie.