La arruga es bella.
No siempre he sido un
magnate con asistenta. Cuando empecé a vivir solo, fuera de casa, era joven y
pobre, naturalmente. Y no tenía asistenta.
Fue entonces cuando
desarrollé mi extraordinario método antiarrugas de tender la ropa. Gracias a mi
método y a la aparición de los modernos tejidos de fibra nunca tuve que aprender
a planchar.
Cuando el Tergal pasó de
moda, tuve la suerte de que la arruga se consideró bella. Dejó de serlo y, para
mas inri, yo me había ido refinando en lo textil. Afortunadamente para entonces
ya el sueldo me daba para que todas las semanas alguien planchara por mi.
Así llegamos al día de hoy
en que ni hay Tergal, ni tengo asistenta, ni se planchar.
Menos mal que tampoco tengo vida social.
Menos mal que tampoco tengo vida social.