Por todas partes
Yo juré bandera. No se enteró nadie pero la juré. Aquel domingo,
el campamento donde hice la mili estaba lleno de amigos y familiares de los
reclutas, que venían a disfrutar del espectáculo. Yo en casa no dije nada porque
les importaba incluso menos que a mi.
Me recuerdo horrorizado esperando mi turno para desfilar
alrededor de la enorme esplanada hasta la bandera. Y es que, además del
respetable público, había allí unos cuantos jefes militares con la potestad de
encerrarme en el calabozo de por vida.
Estaba ridículo con aquel uniforme tres tallas mas grandes que
la mía y que me había negado a arreglar como protesta. Ahora tenía que salir de
esa guisa a la pasarela y nadie lo vería como un gesto de rebeldía. Aunque eso
no era lo peor. Mi nulo espíritu militar y patriótico me impedían gestos
marciales. ¿Cómo iba a llegar dignamente hasta la bandera?
Marujita Diaz vino a salvarme. Cuando salía yo a la palestra,
la banda se arrancó con Banderita tu eres
roja, banderita tu eres gualda que yo relacionaba con los shows de Maruja.
Y ahí si, ahí me vi yo de boy de revista cruzando el escenario con singular
donaire. Me llegan a tocar El novio de la
muerte y no lo cuento.
Pero a lo que iba: ¿Hay muchas banderas por todas partes o soy
yo?