22 de enero de 2018

Tracatrá



Madrid-Alicante
Los viajes en tren que mas recuerdo son los de los viejos tiempos en los viejos trenes.
Como para olvidarlos. Un Madrid-Alicante duraba una etenidad. Subíamos al tren al caer la tarde y llegábamos al amanecer de la mañana siguiente. Una largo viaje hacia la noche amortiguando, con tus propias nalgas, el tracatrá del tren.
Bien es cierto que esa velocidad te permitía asomarte a la ventana y disfrutar de una suave brisa que acariciaba tu rostro. A la velocidad del AVE el huracán te volaría la cabeza.
La incomodidad de los asientos y el comentado tracatrá no ayudaban a dormir. Tanto insomnio y tanto tiempo eran una mezcla explosiva que propiciaba el amor.
Me acuerdo de una señora francesa que me hizo ojitos y mi abuela tuvo que ponerla en su lugar. Y eso que no nos vió echando un cigarrito. Que esa es otra: se podía fumar.
¿He mencionado ya lo del tracatrá?  El tracatrá, como su nombre indica, era un ruido pero además venía acompañado de un meneíto que ponía cachondo a cualquiera.
¿A ti no? A ver si va a ser que tenía 16 años.


8 comentarios:

Esti dijo...

Como yo también tengo una edad, recuerdo la época de los Regional Express, lentos como el caballo del malo y que paraban en todo pueblo, aldea y pedanía. Viva la tecnología, viva la modernidad, viva el AVE.

Uno dijo...

ESTI, desde luego a mi edad celebro enormemente la tecnología feroviaria pero hay que reconocer que el viaje/deportación estaba lleno de incertidumbres emocionantes.

U-topia dijo...

Me da que lo de la edad es importante para comprender el placer del tracatrá. No soy nada nostálgica, así que prefiero, sin duda, el AVE...

Abrazos!!

Uno dijo...

U-TOPÍA, como dijo Simone, "la nostalgia ya no es lo que era". Hoy me pegaría un tiro antes de coger un tren de aquellos pero a los 16 años afortunadamente veía aventuras en todo. Hasta en el tracatrá.
Un abrazo

carlos dijo...

Me recuerdas aquellos convoyes de la carbonilla que partían entre vapor y humo desde la Estación del Norte, que bonito nombre, a las 22:00 y caían en a Orense a las 19 y un largo pico que se podía demorar hasta las 21. En los cuales se escurría con el vaivén el mejor "pedazo" de tortilla entre los listones del banco de tercera y se anunciaba cada túnel a gritos desde la cabeza tiznada hasta la cola ennegrecida por el hollín, ellos nos enseñaron cuál importancia puede tener una manta de viaje, la bota de vino y una tartera con unos pepitos empanados. Ahora lo dice el de la DGT y parece que ha inventado la pólvora. Un abrazo.

Uno dijo...

Vuelvo yo, digamos que como deportado de Paris, en bus hasta San Sebastián. Unas 12 horas sin comer mas tarde me meto en un tren especial de emigrantes de vuelta que pasaba por allí camino de Madrid. Gritaban mucho los pobres por la euforia de volver a casa pero qué tortilla, qué pimientos, qué lagrimones por mis mejillas... Aquellas tarteras sanaban el mal de nalgas y unían Carlos, unían mucho.
Un abrazo

carlos dijo...

Leñe no veas el frío que hacia en Ávila a la una de la mañana y el vagón sin calefactar. Creo que la parada en aquella estación fue toda una premonición. Como para no adherirse. Un abrazo

Uno dijo...

CARLOS, quizá ahí está la clave de la unión de los pueblos: bajar la temperatura.
Abrazos