Haro está rodeada de imponentes bodegas y, en el centro de la
ciudad, un mural homenajea al beodo. Aquí el
cliente es lo primero. Hasta su impresionante parroquia de Santo Tomás alberga,
entre sus antiquísimos tesoros, una colección de vinos de misa de todo el
mundo.
Por el porte de sus edificios se ve que no les ha ido nada mal
con lo del vino a través de la Historia (hasta Banco de España tienen). Lo malo
de tener tanto es que siempre hay algo por arreglar. Hay palacios que dan
pena.
Yo después de comer a la riojana (es decir: muy bien pero
demasiado) me fui de tiendas.