25 de octubre de 2016

Algunas tardes me siento muy neoyorquino


Tiriti Trump
Estaba tomándome un café en plena calle Barquillo y se me fue la olla a Manhattan. Había algo en el ambiente que me trasladó hasta allí.
Por un momento me sentí tan neoyorquino que empecé a encabronarme con Trump.

19 de octubre de 2016

El barrio


Puntualicemos
El barrio viene a ser un pueblo pero sin campo. En las ciudades grandes a menudo está invadido por inmigrantes de otros barrios, de otras ciudades e incluso de otros países. Eso no quita para que estos sean tan del barrio como los autóctonos. O mas.
Claro que una cosa es ser del barrio y otra ser de barrio.
Para ser de barrio no basta con haber nacido en uno. Ni siquiera vale cualquier barrio. Para lo que se llama ser de barrio hay que venir de un barrio obrero, un barrio popular del centro o cualquiera del extrarradio que tenga bloques.
Puedes considerarte del barrio cuando eres admitido como uno mas en la cervecita del domingo por la mañana en el bar de la esquina de toda la vida. Apúntamelo Toni dirigido al dueño del bar te convierte en hijo predilecto.
A falta de un queso propio o cualquier otro producto local, los del barrio ensalzan exageradamente los boquerones en vinagre del Toni´s. Aunque los puristas recuerden con nostalgia los del señor Antonio.
MUY IMPORTANTE: el barrio es mucho mas pequeño de lo que dice el Ayuntamiento. Cuida tu toponimia si no quieres verte en lios. Hay fronteras invisibles en calles y hasta en aceras. Tu no ves la diferencia pero a la vuelta de la esquina todo es gente sospechosa. Eso por no hablar de lo mal que tiran las cañas.




15 de octubre de 2016

Un Mae West

Bultaco
Tan intrigada como estuvo siempre la señorita West en saber qué llevaban los chicos en los bolsillos, hoy se perdería en infinidad de conjeturas.
La alternativa pistola o alegría pasó a la Historia. Hoy todo va al bolsillo. Uno o dos bultacos en los pantalones forman parte del look.

10 de octubre de 2016

Fumando espero


O algo asi.
Yo no fumaba pero también estaba esperado en mi mesa de la terraza. Nos separaban unos metros, y seguramente muchas mas cosas, pero nos unía el gusto por el cigarrillo. Observé como disfrutaba de un placer que ya no me permito. Y compartí con él cada calada mientras, indolente,  cantaba yo por lo bajini :
Je ne veux pas travailler
Je ne veux pas dejeuner
Je veux seulement l´oublier.
Et puis, je fume.