8 de agosto de 2018

Taxistas


Nunca me tocó el Fary
Hace algún tiempo hacía uso de los taxis con mucha frecuencia. Cosas del trabajo. Aquellos chalados con sus locos cacharros sería un buen título para el relato de lo vivido en aquellas carreras.
Conocí al autodenominado taxista mas marchoso de Madrid. Así se presentaba tan pronto como subías al coche e ,inmediatamente después, te lo demostraba con un derroche de decibelios de bakalao que te atravesaba el pecho.
Conocí al taxista que había escrito el Código de la Circulación en verso. Allá él pero, ¿con qué derecho me recita sus ripios durante toda la carrera?
Otro taxista literato resultó ser autor de un libro para niños sobre la Campana de la Libertad, símbolo de la Independencia de EEUU. Todo para dejarme mal porque yo había avisado a los colegas americanos que me acompañaban de que aquí los taxistas no hablan inglés.
Un taxista me quiso apuñalar en Moncloa (¿se dice apuñalar si te clavan un destornillador?). Unos cuantos intentaron robarme (mas o menos cada vez que llegaba a Barajas de madrugada). Me impusieron la Cope, el humo de sus puros, a Encarna. Me hablaron de toros (este era inglés, mira tu, y había descubierto que la vara del picador es en realidad un rifle camuflado). Me hablaron de su señora (una quería asesinarle haciendo corriente en casa). Intentaron convertirme al catolicismo (y de paso venderme una biblia) y uno me echó encima 2 kilos de llaveros (creaciones suyas) para que le comprara alguno. En el apartado ventas adiccionales me han ofrecido también señoritas o travestis que llevaban de copilotas. Un taxista intentó prostituirme pagándole la carrera en carne. Nunca me tocó el Fary.

No se cuanta razón tienen los taxistas en sus quejas. Se que con la competencia el servicio ha mejorado notablemente y que la memoria de los agravios pesa a la hora de solidarizarse con ellos.

5 comentarios:

Esti dijo...

Sí que has cogido taxis, sí... Yo siempre llevaré en mi corazón a aquel que me dijo que llevaba una pistola en la guantera y a ése al que le dije: "me he equivocado de estación, tengo que ir a Chamartín, no quiero perder el tren", le di lastimica y en diez minutos a toda velocidad me llevó de Atocha a Chamartín.

Uno dijo...

Trabajo, trabajo, trabajo... Aún recuerdo esos aterrizajes de puente aéreo a las tantas, derrengao y decirme: y ahora, ¡el taxista!. Y no te digo un compañero habitual que vivía en La Alameda de Osuna, a un paso del aeropuerto, y sabía que, como poco, le esperaba un ¡Me cago en Dios! por recibimiento. Era una lucha.

U-topia dijo...

No lo veo nada claro.
La mejora es a costa de desregularizar y eso siempre perjudica al tabajador/a que en esas otras compañías trabajan en condiciones muy precarias. Por otro lado la especulación en las licencias se ha producido de forma muy rápida (me refiero a las compañías de la competencia del taxi tradicional).

Mi experiencia con el taxi ha sido buena, también es cierto que he cogido muy pocos.

Un abrazo.

Uno dijo...

U-TOPÍA, ya he dicho que desconozco las causas de sus protestas y todo lo referente a las condiciones laborales de unos y otros. Si noto que los taxistas se han puesto las pilas y el servicio es mucho mejor. Aunque los hay que siguen con la actitud de "en mi casa hago lo que quiero y te aguantas"
Afortunadamente hoy soy un hombre libre que a penas necesita taxis.
Un abrazo

carlos dijo...

Quizás la picaresca haya contribuido a crear el mismo margen que hoy genera las protestas, pero candidatos a la santidad no veo en los del aeropuerto. Un abrazo.